miércoles, enero 17, 2007

Tres nalgadas que te meas

No recuerdo cuantas veces escuché a mi abuela decir esto, a sus compañeras de iglesia, un grupo exclusivo de dos o tres que todas las tardes asistían a misa, luego al regresar les escuchaba deborar como fieras a todas las personas del barrio, sobre todo a las muchachas jóvenes. Pero mi historia es otra. Decía ella "...el muchacho que me falte el respeto le doy tres nalgadas de que se mea, carajo".

Contaba con alrededor de 8 años y las veces que le escuchaba,decía en mis adentros "...abuela está loca, que reacción puede crear tres nalgadas a un niño, ¡bah!habladurías". Continué mi vida dentro de mi manada, osea, mi compañeros de bellaquerías y travesuras, quienes hacíamos travesuras como cojer las gallinas y ponerles fuego por el fullín. Salían las pobres casi volando, que risa nos daba. a mi propia abuela en una ocación le pusimos fogaraté, una planta que expele microscópicas puyas que al caer muchas ¡UH!, en la silla. Al sentarse, ¡Wau!, escuchamos desde el patio el fuerte grito de la vieja, por suerte nadie se enteró que pasó y que nosotros estuvimos que ver con esa fechoría.

Pero me desvié de mi historia, resulta que en mi barrio había un señor que se le conocía como Leo, pero nosotros le pusimos Leo Pupú. el porque no lo recuerdo ahora. Bien, Leo Pupú tenía una camioneta de cabina de el color azul marino. Estaba en perfecto estado, hasta que llegó a nuestras manos pues nos dedicamos a hacerla nuestro lugar de juegos, nos sabíamos por la cabina y nos deslizábamos por el parabrisas, los pantalones se quedaban enganchados con los limpiadores y debíamos soltárnoslos.

Siempre estábamos atento de si Leo se acercaba, entonces dábamos la voz de alerta e inmediatamente nos mandábamos a correr, saliendo de su alcance; a los lejos sólo le escuchábamos vociferarnos atrocidades. Como la camioneta casi siempre la parqueaba en frente de mi casa, yo era el primero en decirle a los muchachos que nos fuéramos a jugar. En una ocación la voz de alerta no llego a mis odios, fui de los últimos en lanzarme por el parabrisas cuando descendí y vi a los demás corriendo e intenté hacer los mismo me encontré entre las piernas de Leo Pupú, traté de safarmelé y de nada sirvió, y acto seguido me propinó tres nalgadas, mientras me decía furioso: "¡Muchachos de mierda, piensan acabar con guagua!" y sentí un chorro tibio con corría por entre mis pantalones cortos, seguía por mis rodillas y llegó hasta mis tenis "Campeón" . Cuando me soltó no comenté nada a los muchachos de lo sucedido, entré callado a mis casa y cambié mis pantalones.

1 comentario:

Baakanit dijo...

Muy jocosa tu anécdota.
Mi hermanito una vez se orinó con una pela que le dio mi papá.

Saludos