Luís tenía cerca de tres meses viviendo en Nueva York y lo que más deseaba era ver la nieve, tocarla, sentirla, olerla y hasta saborearla, su llegada fue en otoño pero debía esperar el invierno.
Así fue estaba tan entusiasmado que no pudo dormir el día anterior cuando anunciaron la primera nevada. Salió a la calle corriendo, en pantalones cortos y con una camiseta blanca, se tiró en la acera la comió, se la puso en el cuerpo y jugo como un niño. Comenzó a sentir frío, recordó que no estaba abrigado y que en el ímpetu de la emoción lo alejó más de un cuadra. Abrió los ojos y se echó a andar rápido, luego a correr como alma que lleva el diablo, pero algunas cosas llegan en el peor de los momentos: sintió orinarse, detúvose agarrándose la entrepierna con ambas manos, y con el frío era ya dos cosas de las cuales preocuparse.
Llegó a la puerta, cuando la abrió sintió los pipís mojar sus pantalones y escurrirse por la piernas, por ver la nieve el frío le hizo orinar.
1 comentario:
muchas personas tienen un sueño
y no lo sueñan en cambio Luis lo soño, pero tuvo que sufrir por el.
es un buen cuento.
Publicar un comentario