lunes, abril 23, 2007

Puertas del tiempo

Detúvose en frente , el miedo le impedía tocarla, pero una fuerza mayor le empujaba para ver que había escondido detrás de una desgarrada y vieja puerta sin manubrio, temblando y sudoroso su cuerpo se abalanzaba, al fin la abrió. Esforzábase por ver hacia dentro, nada, sólo tinieblas. Decidido entró.

La habitación obscura, parecía un juicio sumatorio, siendo juzgado por los irreconcilliables tormentos de experiencias anteriores, vívidas, latentes que aferrándose en unas ideas que no volverían, y que formaban parte del pasado, del que desenfrenadamente no había escapado y estaba atado. Su cabeza era un amargo campo de frustraciones, batallas, locuras, suicidios, que le impedían que su vida transcurriera normal. Parecía que todas las fuerzas que rigen la naturaleza se puesto en su contra.

Diosdado primero no sentía que su nombre había sido una buena presentación, pertenecía a su abuelo. Lo odiaba, era un nombre infame, así por mucho tiempo se identificó: El infame.

Secuencialmente pasaron imágenes de cuando fue adolescente, y estaba con sus compañeros en la escuela, sintió deseos de alcanzarlas sin lograrlo, quería tenerlos para sí. Y sobretodo hablar con ella, Salomé; como un rayo cayó el recuerdo de la adolescente, ahora mujer que estuvo siempre en su memoria a pesar de los años, una lágrima rosaba su mejilla, la había amado tanto, aun lo hacía, pero no estaban juntos. No sabía por cual razón.

Quizás fueron los consejos de su madre o de sus amigos, lo cierto era que esto le provocaba una profunda depresión, la misma al enterarse de su matrimonio. Pensó en el suicidio, pero algo le detuvo y decidio continuar su vida. No la veía desde aquel día que la encontró en una tienda por departamentos, la siguió por unos cuantos pasillos, cuando decidió hablarle, vió un hombre con un bebe en brazos que la alcanzó. Se detuvo, apretó las manos y se humedecieron los ojos y marchó.

Triste ese día fue a su casa; se culpó de todas las cosa que sucedidas, no importando cuantas explicaciones o argumentos utilizara, fue siempre culpable. Le obligaron a estudiar un carrera que nunca deseó, deseaba ser arquitecto, y sus padres entendieron que debía ser economista.
Accedió a la suplicas de su madre. La relación con su padre fue de peor a insostenible, no podían estar si quiera en la misma habitación sin pelearse. Por esto las visitas a las casa de sus padres eran clandestinas desde hacía un tiempo sin que su padre se enterara, y este ya ni preguntaba si acaso tenía un hijo.

Continuó por otro rato, lloró por lo que era su vida. Recordó la puerta anterior que le llevó al día de graduación del colegio, la última vez que estuvieron todos sus amigos juntos, y luego la fiesta, añoraba tanto volver hacia atrás. Sólo podía ver todo en una especie de retrospectiva. Se desplomó, al despertar estaba en su cama, sabía que su vida volvería a ser la rutinaria.

Levantarse a la misma hora, ir al trabajo y pasarse el resto del día entre papeles y cuentas y números y luego un extenuante día entre reuniones y disquisiciones de asuntos económicos, regresar al mismo lugar y encontrarse con su esposa. El saludo se había convertido en rutina y las conversaciones muertas, compartían una vida alejada y distante, una casa que apenas podía recoger los platos rotos de la aventura matrimonial.

A la altura de esta etapa de su vida, se sentía más bien confundido que realizado. Cada una de estas puertas se abrían a su pasado, le traían sentimientos confusos porque sentía que la irrealización contrastaba con lo que ahora llamaba vida. Se veía como un ser distinto.

Cada viaje era a un pasado conocido, extrañado, ansiado, anhelado, perdido e irrecuperable. Por más que deseaba volver y cambiar lo ocurrido debía conformarse con verlas sin importar que pasara, eran las únicas veces que se encontraba con el mismo.

No hay comentarios.: