La luz se apagó y
nada tuve que pensar
y comence a dormitar
con tu figura y sentí
tanta ternura cuando
tu pelo tocó mi hombro
sin sentir ningun asombro
recoste mi cabeza con la
tuya durmiendonos los dos.
Así, transcurrieron algunas
horas en aquel gran autobus;
tus ojos azules tan hermosos
esa noche miraron los mios
con delicada y tierna atención
y puse tanta pasión en los mios
y sentí tantos deseos de
besarte, olvidando que eras ajena.
1 comentario:
Ay mamá, ajena, y con ojos azules.
Como que las gringas están de moda.
Saludos
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